Iba caminando por el pasillo del instituto cuando de repente choqué con alguien
corpulento.
—Perdón, no te había visto.
El cuerpo con el cual había chocado no respondió y cuando dirigí mi mirada
hacia él, lo único que puede hacer fue admirar sus preciosos ojos azules, en una expresión fría como el hielo.
—Ten más cuidado a la próxima — dijo el chico en tono seco justo antes de
marcharse.
Durante todo el día, estuve pensando en el chico de ojos índigo. Sabía que lo
había visto antes, pero no lograba recordar donde, así que simplemente me rendí y asumí que lo había visto por los pasillos.
Me maldije a mi misma por no coger un paraguas, porque cuando salí estaba
lloviendo, así que me toco correr para no mojarme. Mientras intentaba escapar de la lluvia sentí como alguien hizo sonar el claxon del coche y gritó mi nombre.
—¡Emma! ¡Emma! — dijo una voz masculina.
Al girarme, encontré al chico de ojos azules.
—Oye, Emma, siento mucho como te he tratado esta mañana y creo que no
hemos empezado con buen pie así que… Encantado, soy Lucas .
—No pasa nada Lucas, todos tenemos un mal día, yo soy Emma — contesté
sonriendo.
—¿Sabes? Si no te molesta, quiero compensarte el haberte tratado tan mal
llevándote a tu casa. Está lloviendo mucho y ya veo que no llevas paraguas.
—Bueno, siendo sincera me harías un gran favor .
Mientras íbamos hablando de cosas sin sentido me di cuenta de que no
estábamos yendo por donde le había indicado.
─Oye, Lucas, mi casa esta hacia el otro lado — comenté extrañada.
—Lo sé, Emma — y seguido de eso sentí un golpe en la cabeza y todo empezó anublarse.
Cuando desperté, estaba en una habitación oscura y atada a una silla.
─Vaya, vaya, pero si ya te has despertado — dijo Lucas saliendo de entre las
sombras con una sonrisa malévola.
─¿Por qué haces esto? — le pregunté aturdida.
—Por venganza — escupió con rabia —. Por todos estos años en los que te
miraba y no me hacías caso. Por todas las veces que te intente enamorar y no
respondiste. Por eso.
Lo miré atónita y tratando de comprender qué era lo que estaba pasando. Hasta que lo entendí. Por eso me sonaba su cara y por eso él sabía mi nombre. Lucas declaró su amor hacia mí hacía ya un tiempo, pero yo no le correspondí. En el instituto, corrían rumores de que le había partido el corazón y supongo que eran ciertos por la forma en la que me miraba mientras estaba maniatada en esta silla.

─Oye, Lucas, siento muchísimo el dolor que pude haberte causado, pero por
favor no hagas esto. Sabes que no quise hacerte daño ni herir tus sentimientos — le supliqué con voz desesperada.
─Ya es tarde para pedir perdón, Emma. Ahora vas a pagar por todo lo que me
hiciste — dijo con sed de venganza.
Me levantó de la silla y me arrastró hasta otra habitación, pero cuando entré no pude divisar casi nada, dado que solo la alumbraba la tenue luz del pasillo. Me forzó a entrar y luego salió cerrando la puerta, quitándome así toda la luz y visibilidad sobre la estancia. Tenía miedo, no sabía qué era lo que pasaría a continuación, pero supuse que nada bueno me esperaba. De repente, empecé a oír voces. No sabía si sonaban dentro de mi cabeza o no, pero me estaban volviendo loca. Intenté resistirme, pero todo empezó a darme vueltas y de un momento a otro me encontraba en el suelo inconsciente.


─Buenos días, Lucas — saludo amigablemente la recepcionista.
─Buenos días, Paula — le devolví el saludo.
Hacía ya dos años que conocía a Paula. La conocí cuando Emma entró en el
psiquiátrico. Paula se había portado muy bien con mi esposa y era una gran amiga de la familia.
─¿Viene a ver a su esposa Emma? — preguntó la mujer.
─Así es — suspiré.
Seguidamente, entré a verla. Es duro que tu esposa tenga psicosis y a veces
confunda la realidad con su ficción, pero supongo que así son las cosas. En esta vida te traiciona hasta la mente.

Aina Rubio
2n ESO
1r premi de narració